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25 de Diciembre, 2010


Carta de Navidad

Patricia Lorente

Hace tres años mandé una carta a un periódico digital del que un amigo me había hablado, era larga, llena de auténtico sentido de lo que es la Navidad para mí y para muchos. Para esos que lo que celebramos estos días no es un día de fiesta más o una excusa para ir de compras

Dado que la plataforma en la que lo publiqué ha evolucionado, me ha parecido adecuado recordarla hoy, para que este mensaje no se pierda, porque esta sí va a continuar por mucho tiempo. En parte, continuará gracias a sentimientos como los que pueden provocar estas líneas. Es tan solo una carta, con un remitente muy especial.

Querido amigo,

Como sabrás, nos acercamos nuevamente a la fecha de mi cumpleaños.

Todos los años se hace una gran fiesta en mi honor y creo que en este año sucederá lo mismo.

En estos días la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radio, en la televisión. En todas partes, no se habla de otra cosa, si no de lo poco que falta para que llegue ese día.

La verdad es agradable saber que, al menos un día del año, algunas personas piensan un poco en mi. Como tú sabes, hace muchos años empezaron a celebrar mi cumpleaños. Al principio no parecían comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día muy pocos son conscientes de para qué lo celebran. La gente se reúne y se divierte mucho, pero no sabe de qué se trata.

Recuerdo el año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños, hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y recuerdo también que había muchos regalos; pero, ¿sabes una cosa? Ni siquiera me invitaron. Yo era el invitado de honor y ni siquiera se acordaron de invitarme. Ni siquiera se molestaron en bendecir la mesa. La fiesta era para mí y cuando llegó el gran día me dejaron afuera, me cerraron la puerta... y yo quería compartir ese momento con ellos.

La verdad no me sorprendí, porque en los últimos años todos me cierran la puerta. Y, como no me invitaron, se me ocurrió entrar sin hacer ruido. Entré y me quedé en el rincón. Estaban todos bebiendo, había algunos ebrios contando chistes, carcajeándose. Lo estaban pasando en grande. Para colmo, llegó un viejo gordo vestido de rojo, de barba blanca y gritando ¡jo-jo-jo-jo! Parecía que había bebido de más. Se dejó caer pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él, diciendo: "¡Santa Claus, Santa Claus!" "¡Papa Noel, Papa Noel!" ¡Como si la fiesta fuese en su honor!
Llegaron las 12 de la noche y todos comenzaron a abrazarse; yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara y... ¿sabes? Nadie me abrazó...

De repente todos empezaron a repartirse los regalos, uno a uno los fueron abriendo, hasta que se abrieron todos, me acerqué para ver si de casualidad había alguno para mí.

¿Qué sentirías si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada? Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta, salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré.

Cada año que pasa es peor, la gente sólo se acuerda de la cena, de los regalos y de las fiestas, y de mi nadie se acuerda.

Quisiera que esta Navidad me permitieras entrar en tu vida, quisiera que reconocieras que hace más de dos mil años vine a este mundo para dar mi vida por ti en la cruz y de esa forma poder salvarte. Hoy sólo quiero que tú creas esto con todo tu corazón.

Voy a contarte algo, he pensado que como muchos no me invitaron a su fiesta, voy a hacer la mía propia, una fiesta grandiosa como la que jamás nadie se imaginó, una fiesta espectacular.

Todavía estoy haciendo los últimos arreglos, por lo que este año estoy enviando varias invitaciones y en este día, hay una invitación para ti.  Sólo quiero que me digas si quieres asistir, te reservaré un lugar, y escribiré tu nombre con letras de oro en mi gran libro de invitados, en esta fiesta solo habrá invitados con previa reserva, y se tendrán que quedar afuera aquellos que no contesten mi invitación.

Prepárate porque cuando todo este listo, daré la gran fiesta.

Hasta pronto.

Te espero, en Navidad, en la Eucaristía, en el pesebre, en la oración y en el bien que hagas en favor de los demás.

Jesús de Nazareth

Por Patricia Lorente - 25 de Diciembre, 2010, 11:47, Categoría: General
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Navidad ¿para quién?

Los escaparates, profundamente iluminados con infinidad de luces de colores, parece que sonríen a los incautos ciudadanos, ofreciéndoles mil y un productos perfectamente superfluos, absolutamente innecesarios. Las principales arterias ciudadanas se van iluminando poco a poco, con múltiples coloridos. ¡Ya estamos en Navidad! Todos se animan y empiezan a pensar en los días de vacación, como si el ocio, antítesis del trabajo, fuese la felicidad. Como si el trabajo, la “obra bien hecha”, que diría Eugenio D´Ors no fuese vocacionalmente la auténtica realización personal…

Los televidentes se evaden de la realidad, y cumplen las tres funciones del ganado ovino, y dicho sea de paso, y sin ánimo de ofender: comer, dormir y echar los excrementos. Se piensa en las vacaciones, en el día de Reyes, en el regalo a los niños, que nos va a costar un ojo de la cara… Pero, aparte de esto, como diría Amestoy, todo es amor, excepto, lo que no lo es, naturalmente. Porque, en este día de Navidad, es aconsejable dedicar un breve comentario a la versión humana que para los cristianos tiene esta efemérides. Significado en el que muy pocos se paran a pensar. Por eso hemos querido escribir este artículo; la explicación de nuestro propósito se encuentra en unas palabras de Antonio Machado: “Para nosotros –comentaba “Juan de Mairena”-, difundir y defender la cultura es una misma cosa: aumentar en el mundo el humano tesoro de conciencia vigilante. ¿Cómo? Despertando al dormido. Y mientras mayor sea el número de despiertos…” Porque, es menester dejar constancia en la notaría de mis escritos de algo que muchas personas parece que se han olvidado definitivamente: la Navidad es amor y solidaridad. Y, que duda cabe: el orden solidario solamente resultará el día en que la convivencia entre los hombres esté regida por la verdad, la justicia, el amor y la libertad. Y, todos estamos convencidos de que, al menos por ahora, no hay solidaridad entre los pudientes –en riqueza, en salud, en talento…-, y los menos dotados por la humana naturaleza. No hay tampoco solidaridad entre quienes mandan y los que obedecen. No reina un espíritu navideño.

Para distraerme, en estos días de desasosiegos, de ruidos, trajines, compras, he vuelto a leer a algunos de mis clásicos, conviviendo -en el sentido intelectual más elevado- con ellos. He encontrado una página del gran maestro francés Alain, que me ha servido para reflexionar sobre este mundo tan insólito e insolidario. Dice así: “Yo percibo los frutos eternos de la unión: un poder fuerte, dogma, disidente, perseguidos, excomulgados, exiliados, matados. La unión es un ser poderoso, que se quiere a sí mismo, que no quiere nada de los demás”. Y, como antítesis de esa unión que todo lo abarca, absolvente. Alain elogia al hombre solitario, al que convive consigo mismo y con sus ideas: “No hay pensamiento más que en el hombre libre. En el hombre que nada ha prometido, que se retira, que se convierte en solitario, que no se preocupa ni de agradar ni de desagradar…”

Ramiro Grau Morancho

Ya estamos en Navidad; paseando por la calle vemos a la gente más animada que de costumbre, alegre, sonriendo, como si de verdad fueran felices.

En este mundo insolidario, sin verdad, sin justicia, sin libertad y sin amor, el hombre solitario cree haber encontrado su camino; camino que tampoco le hace encontrar la felicidad. El mismo Alain se encarga de explicárnoslo: “Desde el momento en que el solitario piensa, se divide. El solitario se hace juez de sí mismo”.

Vemos pues como nadie disfruta plenamente de la Navidad; todos pensamos en nosotros mismos, y en la forma de pasarlo mejor, y ser más felices, pero sin preocuparnos de ser solidarios con los demás. Sin preocuparnos de buscar el verdadero significado de esta efemérides. Lógicamente, así no hay Navidad, verdadera Navidad. Se hace de ella un banal pretexto para divertirse unos días, y evadirse de nuestro mundo. De un mundo que está necesitado de solidaridad política, de libertad de reunión y de expresión, de libertades que no sean las escritas, sino la “praxis” real.

Mañana, tal vez sea distinto. Cuando se consiga que haya libertad y solidaridad social. Tal vez hayamos cambiado este mundo y hecho un mundo mejor, pero diferente. Sólo entonces se conseguirá una Navidad para todos.

 

Ramiro GRAU MORANCHO,
Jurista y escritor

Por foro aragón liberal - 25 de Diciembre, 2010, 11:46, Categoría: General
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Felicitación de Navidad y una reflexión de Jorge Enrique Mújica: Navidad "¿Dios contra Nosotros?"

Jorge Enrique Mújica

Las preguntas que tocan lo más profundo de nuestra existencia tarde o temprano tienden a abrir la puerta del baúl de nuestras inseguridades. Una de ellas –quizá de las más radicales– es la que ha venido a la mente de tantos seres humanos en momentos de grandes tragedias o de especial desolación personal

http://www.aragonliberal.es/adm/shimgGrande.asp?anyo=2010&notid=44597&imgno=1

Algunos se siguen cuestionando, por ejemplo, ¿dónde estaba Dios el 11-S? ¿Dónde estaba Dios el día que explotaron los trenes en la estación madrileña de Atocha? ¿Dónde estaba Dios cuando el tsunami barrió miles de vidas en el sudeste asiático y cuando Haití quedó reducido a escombros por la furia de un terremoto?

Interrogantes así se ponen en claro contraste con el fragmento evangélico que la liturgia del 25 de diciembre nos propone. En él se habla de un «Dios con nosotros» (Mt 1, 23) y por tanto de un Dios que debería estarnos cercano, de una divinidad que estaría comprometida a mostrarnos su proximidad librándonos de nuestras tristezas y preservándonos de todo mal.

Al echar la mirada a los meses del año que ya declina, no es difícil encontrar tantos episodios de dolor y sufrimiento físico y moral, incluso dentro de la misma Iglesia. Y esa sencilla constatación choca ya no sólo con el Evangelio de Navidad sino también con la lectura de libro del profeta Isaías (Is 62, 1-5) y con la de los Hechos de los Apóstoles: el primero asegura que los pueblos verán la justicia de Dios y el segundo recuerda la promesa de un Salvador. Pero, ¿dónde están esa justicia y ese Salvador? En este contexto la pregunta parece legítima, ¿Dios está con nosotros o contra nosotros?

El planteamiento ya dice mucho pues no se trata de poner en duda la existencia de Dios cuanto la concepción que oscila entre un Creador que se alejó de su creación y uno que se ha mantenido cercano a sus criaturas, especialmente al hombre.

Dios contra nosotros

Ante tanto dolor, lo primero que podríamos conjeturar es que Dios se ha olvidado de nosotros y, en ese sentido, que «está en nuestra contra» al habernos relegado.

Hemos sido testigos de tanto sufrimiento –tal vez se le ha experimentado en carne propia–, hemos conocido tantas injusticias y hemos visto tanta maldad que un verdadero «Dios con nosotros», un Salvador, jamás hubiera permitido todo eso.

El lenguaje de los salmos «induce» a identificar a este Dios como un «Dios que duerme» y es así como se hace luz sobre la honda petición que en ellos mismos se le formula: «Despierta, Señor, ¿por qué duermes? Levántate, no nos rechaces más. ¿Por qué nos escondes tu rostro y olvidas nuestra desgracia y nuestra opresión? Nuestro aliento se hunde en el polvo, nuestro vientre está pegado al suelo. Levántate a socorrernos, redímenos por tu misericordia» (Sal 44, 20. 23-27).

Hay otro momento en la Biblia, esta vez en el Nuevo Testamento, que incluso podría confirmar esta experiencia-sensación de abandono por parte de Dios. El ejemplo que vendría a remachar esta percepción no podía ser otro más dramático y extremo que el de Jesucristo mismo: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27, 46; Mc. 15, 34).

Dios con nosotros

Sin embargo, en su sentido más hondo y puro, Navidad significa recordar y agradecer la encarnación de Dios en el seno de una virgen hebrea que libremente asiente al plan divino.

Navidad es el recuerdo de que Dios se hace uno de nosotros y así se convierte en «Dios con nosotros»: ya no es idea, es carne y sangre que da vida a los conceptos. La señal de la cercanía de Dios es que se hace hombre por nosotros, porque nos ama. Y el signo manifiesto de ese amor es también –y muy señaladamente– el don de nuestra libertad: un regalo tan grande que, paradójicamente, pone a Dios contra sí mismo, su amor contra su justicia. Esta última idea es la que viene a expresar José María Pemán en el alto lenguaje de la poesía:

¿Por qué quiso el Señor,
que todo lo tenía,
buscar la compañía
de este hermano menor?

Y versos adelante responde:

Sólo el Amor podía
plantearse a sí mismo esta querella:
reñir esta porfía,
dar leyes a la estrella,
complacerse en el día
y hacer la libertad para luchar con ella…
¡Sólo el Amor podía!

Sí, precisamente porque está con nosotros es que sabemos que nos escucha y que podemos dirigirnos a Él libre y confiadamente, incluso para expresarle nuestras inquietudes: «Señor, ¿por qué permaneces callado? ¿Por qué permites la injusticia, la mentira y tanto mal? ¿Cómo puedes tolerar que el mal triunfe y que tu nombre y la Iglesia que tú fundaste sean pisoteados, manchados, negados, denigrados, incluso por quienes deberían haberte reflejado como Padre cercano y bueno? ¿No escuchas nuestro grito angustiado y doliente? ¿No ves nuestras angustias y aflicciones? ¿No eres Tú nuestro Salvador? ¿Por qué nos has abandonado?».

«No podemos escrutar el secreto de Dios –decía el Papa Benedicto XVI en un discurso del 28 de mayo de 2006, en Auschwitz-Birkenau–. Sólo vemos fragmentos y nos equivocamos si queremos hacernos jueces de Dios y de la historia. En ese caso, no defenderíamos al hombre, sino que contribuiríamos sólo a su destrucción. No; en definitiva, debemos seguir elevando, con humildad pero con perseverancia, ese grito a Dios: "Levántate. No te olvides de tu criatura, el hombre". Y el grito que elevamos a Dios debe ser, a la vez, un grito que penetre nuestro mismo corazón, para que se despierte en nosotros la presencia escondida de Dios, para que el poder que Dios ha depositado en nuestro corazón no quede cubierto y ahogado en nosotros por el fango del egoísmo, del miedo a los hombres, de la indiferencia y del oportunismo».

Nosotros contra Dios

«Un grito que despierte en nuestro corazón la presencia de Dios…».  Pareciera que ahora es Él quien nos devuelve las preguntas, que es ahora Él quien nos interroga sobre la cercanía que le debemos, que es Él ahora quién nos pregunta qué hemos hecho con nuestra libertad y, consecuentemente, dónde hemos dejado el amor a Él debido.

Cuántas veces hemos acudido a Dios sólo en los momentos de desesperación, sólo «cuando lo necesitábamos» ante las circunstancias adversas. Cuántas veces lo hemos negado por miedo al ridículo de hablar públicamente de la fe. Cuántas veces lo hemos relegado y cuántas le hemos cerrado las puertas de nuestra alma. Cuántas veces hemos vivido como si Él no existiera, como si su encarnación y muerte en la cruz no significarán algo. ¡Cuánta desconfianza, cuánta soberbia, cuánta incoherencia! Cuántas veces le hemos dado la espalda a Dios… incluso conscientemente.

De la injusta consideración del «Dios contra nosotros» pasamos a la necesaria reflexión del «nosotros contra Dios». Una meditación que parte de aquella constatación del Evangelio según san Juan que no puede menos que interpelarnos: «Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron» (Jn 1, 11).

A esa aparente sensación de abandono por parte de Dios Él nos responde dándonos una oportunidad para meditar en nuestra cercanía hacía Él, una cercanía que, en nuestro caso, se llama vida de gracia.

La vida de gracia es lo contrario a la vida de pecado y la condición para escuchar a Dios y para ser escuchados por Él. La vida de gracia es la orientación culmen de nuestra libertad. Donde no hay vida de gracia no puede estar Dios. No porque no quiera sino porque no se lo permitimos. Así entendemos mejor aquella soledad y aquel sonoro gemido de Cristo desde la cruz, porque «A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él», dice la segunda carta de san Pablo a los Corintios (5, 21).

Una cercanía radical

A las interrogantes iniciales hubo más de una historia que circuló por diferentes medios, sobre todo internet. Como nosotros, se preguntaban dónde estaba Dios durante esos acontecimientos tan tristes y fatales (entre tantos otros que podríamos añadir). ¿La respuesta? En resumen venía a subrayar que estuvo dando calma y fuerza a las víctimas, poniendo obstáculos para que menos gente abordara los aviones, los trenes, o estuviera en las playas; y más adelante insistía en la presencia silenciosa de Dios hecho consuelo a los familiares, a las víctimas no mortales… «¡Dios estaba por todas partes!», concluye aquel texto.

Qué pobre sería reducir esta maravillosa cercanía de Dios sólo a un periodo del año, únicamente a la Navidad. Es verdad que con ella se abre un modo nuevo con el que Dios nos está especialmente cercano, pero no queda reducido a un momento pasado. Siguiendo la conclusión del texto antes referido podríamos decir que Dios está todo el año con nosotros. Su cercanía se hace presente y se proyecta hacia el futuro en la Iglesia, en los sacramentos, especialmente la Eucaristía, en la oración y en la vivencia de sus Mandamientos.

No podemos acostumbrarnos a esta cercanía tan radical de Dios, una vecindad que nace y se mantiene en aquella promesa del «yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20) y que de un modo tan especial se «palpa» en la Eucaristía. A ella podemos acudir para implorarle «Levántate. No te olvides de tu criatura, el hombre». Y así, en ese íntimo diálogo con Él, podremos reconocerlo como Salvador y como «Dios con nosotros».

Jorge Enrique Mújica, LC
http://actualidadyanalisis.blogspot.com

Por foro aragón liberal - 25 de Diciembre, 2010, 11:44, Categoría: General
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La Familia es lo primero

Jesús Domingo

Quisiera que alrededor del día 26, día en que los católicos recordamos a la Sagrada Familia de Nazaret y por tanto celebramos el día de la familia, encontrara un hueco en su medio en el que quepa este corto escrito.


En contra de los ideólogos que pretenden equiparar la institución familiar natural a otros modelos de convivencia asimétricos, la salud y la estabilidad de la sociedad se resienten cuando se cuartea la familia. Detrás de cada aborto, divorcio, maltrato o discriminación se encierra un grave fracaso no sólo personal, sino también social. Por el contrario, la familia que acoge en su seno el milagro de la vida, que vela por la formación de las nuevas generaciones y que afronta cohesionada los embates cotidianos es la base de las sociedades más libres, prósperas y justas.
 
No sin razón, todos los sondeos sociológicos coinciden en que para los españoles la familia es lo más importante. De ahí que los poderes públicos tengan la obligación de legislar pensando en los beneficios que conlleva una realidad familiar robusta. Del mismo modo que se subvenciona con dinero público y se protege legalmente instituciones que se consideran útiles para la convivencia democrática, como los sindicatos, los partidos o las asociaciones de vecinos, con mayor motivo se debe cuidar a la primera institución de todas: la familia. A esto se refirió Benedicto XVI en su homilía en la Basílica de la Sagrada Familia de Barcelona en el mes de Noviembre.
 
 
 
 
Jesús Domingo Martínez

Por Jesús Domingo - 25 de Diciembre, 2010, 11:42, Categoría: General
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El Espíritu de la Navidad

http://www.aragonliberal.es/adm/shimgGrande.asp?anyo=2010&notid=44602&imgno=1

Estamos ya a las puertas de la Navidad. Los discursos sobre la pobreza de Belén; sobre el cariño y el afecto que provoca un recién nacido algo desvalido; serán comprendidos y hasta provocarán emociones en unos y en otros, irán acompañados por las afirmaciones netas de la Divinidad de Cristo, de que Quien nace verdaderamente es el Hijo de Dios; y nace de María Virgen, por obra y gracia del Espíritu Santo. Éste es el auténtico espíritu de la Navidad y no el de las luces, el comercio y el bebercio.

Jesús D. Martínez

Por foro aragón liberal - 25 de Diciembre, 2010, 11:41, Categoría: General
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Feliz Navidad de Manuel de la Hera

Manuel de la Hera

Queridos amigos y amigas, os deseo una muy Feliz Navidad, con muchas cosas buenas para vuestro espíritu.


Todos tenemos posibilidad de hacer algo especial, aunque pequeño  pero lleno de cariño hacia alguien que lo necesite. La Navidad nos invita a ello.  Un saludo muy afectuoso de Manuel de la Hera

Por foro aragón liberal - 25 de Diciembre, 2010, 11:39, Categoría: Felicitaciones de Navidad
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Feliz Navidad desde Huesca

Neofato

Mis mejores deseos para el 2011

Lo ilustro con una fotografía y un poema que estimo oportunos. La foto es cortesía de Adolfo Barrena; el poema de Miguel Hernández ; ese hambre de justicia al que se hace referencia, de todos/as.

Un abrazo cordial
Carlos Migliaccio (a) NEOFATO

Por foro aragón liberal - 25 de Diciembre, 2010, 11:38, Categoría: Felicitaciones de Navidad
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