En Aragón Liberal
Por: Manuel de la Hera
Has esperado algo, aunque fuera pequeño, casi inapreciable para los demás pero que para ti era de una riqueza extraordinaria, con un valor especial y bien distinto de esos otros valores ligeros que son como relámpagos lejanos que desaparecen nada más nacer.
Ese regalo que esperabas...
Hasta última hora has estado pendiente de todos los detalles, de todo lo que ocurría cerca de ti y de ese otro ámbito, más general, en el que tus ideas e ilusiones tienen algún punto de unión. Has esperado algo, aunque fuera pequeño, casi inapreciable para los demás pero que para ti era de una riqueza extraordinaria, con un valor especial y bien distinto de esos otros valores ligeros que son como relámpagos lejanos que desaparecen nada más nacer.
No ha llegado el regalo que esperabas y te has entristecido: era mucha tu ilusión y mucha también la necesidad de él. Te has acercado hasta el río de los olvidos - ese al que dejas caer tus lágrimas llenas de pena - y has esperado alguna señal de vida, aunque fuera sólo como una mirada lejana, como una ligera llama de fuego que se apaga, como un atardecer con cielo gris y horizonte tomado por la fría y densa niebla en la que se sumerge la luz de la esperanza.
Algo te ha parecido ver - o adivinar entre esas aguas tristes del río de los olvidos - que te ha hecho abrir en tu corazón una rendija a la luz de la esperanza; algo que no sabes si es sólo deseo pero que acaricias como el principio de una realidad que has deseado toda tu vida, ya larga y gastada por el tiempo y los avatares de cada día, tan cambiantes por razones y sinrazones, por necesidades lógicas y también por caprichos y falta de madurez en los actores de algunas que otras escenas, a veces demasiado largas y muy penosas.
Por eso sigues esperando ese regalo al que nunca quisiste renunciar. Es triste esa espera, que se hace larga y dolorosa, pero no quieres renunciar a ella; a la esperanza que todo espera supone, a la entrega de todo tu ser queriendo ver como llega hasta ti - aunque sea muy gastada por el tiempo - la luz del amor con el que siempre soñaste. Ese amor que conduce a la paz entre todas las gentes. Ese amor que no separa a unos de otros, sino que los une con fuerza y los anima a trabajar juntos para alcanzar ese objetivo maravilloso que es la verdad.
Es cierto que duele mucho la herida que se produce cuando falta lo que tanto se había soñado; lo que tanto había merecido esfuerzo y sacrificio - no sólo tuyo sino de muchas otras personas tan queridas - pero las heridas hay que procurar curarlas o, cuando menos, reducirlas a una muestra, a una pequeña señal que, en todo caso, sirva de recuerdo en cada momento y también de aliento para la esperanza de recibir lo que tanto se desea, lo que tanto se necesita para que el espíritu se aquiete y el trabajo que lleves a cabo te sirva de alegría.
¿Por qué has de renunciar a ese regalo que tanto has deseado, que ha sido parte principal del quehacer de tu vida?. No pierdas la esperanza y sigue trabajando, cada día, en esa labor llena de amor, en esa palabra con la que das a conocer el valor de tu pensamiento, en ese gesto con el que se abre en acogida todo tu ser, en esa mirada limpia y clara que no tiene doblez y ofrece total confianza.
Merece la pena, créeme, seguir esperando ese regalo de tus mejores sueños; pero lucha por él con todo entusiasmo y sin temor. Es la razón de tu vida; el dar lo que tienes con todo amor.
Manuel de la Hera Pacheco.- 6 Enero 2010