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1 de Enero, 2010


Nazaret exulta en esta Navidad con el hallazgo arqueológico de una casa de tiempos de Jesús


En Aragón Liberal

El descubrimiento de una casa de tiempos de Jesús en Nazaret, junto a la gruta de la Anunciación, ha alegrado la Navidad de los cristianos de esta localidad. 

Autor: Isabelle Cousturié | Fuente: Zenit.org

Entrevista al obispo local, monseñor Giacinto Boutros Marcuzzo

NAZARET, jueves 24 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- El descubrimiento de una casa de tiempos de Jesús en Nazaret, junto a la gruta de la Anunciación, ha alegrado la Navidad de los cristianos de esta localidad.

Al mismo tiempo les ha planteado una pregunta que todavía no tiene respuesta: ¿por qué los primeros cristianos conservaron esta casa, mientras que las que se encontraban a su alrededor no se guardaron?


Este es el interrogante que hace en esta entrevista concedida a ZENIT monseñor monseñor Giacinto Boutros Marcuzzo, obispo auxiliar del Patriarcado Latino de Jerusalén, encargado particularmente de Nazaret.

--Monseñor Marcuzzo, ¿qué importancia atribuye usted al descubrimiento, por primera vez, en Nazaret, de una casa que se remonta a la época de Jesús?


--Monseñor Marcuzzo: No es el primer descubrimiento de tiempos de Jesús, es quizá el descubrimiento más reciente de una casa de tiempos de Jesús. Claro está, había otras cosas que por desgracia han sido destruidas a lo largo de la historia y, de todos modos, contamos con la famosa gruta de la Anunciación, que también era una casa, con todas las grutas que se encontraban a su lado.

De manera, que se pueden visitar varias. También quedan vestigios en la casa de las Hermanas de Nazaret, alrededor de la llamada Tumba del Justo, tradicionalmente conocida como la tumba de san José, pero ésta es quizá algo más tardía.

Ahora bien, las ruinas de esta casa que se acaba de descubrir, según los arqueólogos, corresponderían a las de una casa de tiempos de Cristo. Por tanto, ese es el primer interés, totalmente prioritario.

En segundo lugar, esta casa se encuentra en el centro de cuatro lugares muy conocidos. Por tanto, esta casa fue ciertamente un lugar de paso para Jesús, para la Sagrada Familia --para María de Nazaret, para san José--, pues se encuentra a pocos metros, cien como máximo, de la gruta de la Anunciación, así como de la Gruta de san José o Iglesia de san José, y de la famosa sinagoga de tiempos de Jesús, así como a unos cien metros o poco más de la Tumba del Justo. Por tanto, era un lugar céntrico.

En tercer lugar, el interés del descubrimiento de esta casa, recibido con entusiasmo tanto por los arqueólogos israelíes, como por nosotros, y por la asociación María de Nazaret y Chemin Neuf, la comunidad encargada de la acogida en ese centro, se debe al hecho de que ha sido conservada, mientras que las casas de al lado fueron destruidas. ¿Por qué se ha conservado ésta? Este hecho nos plantea preguntas interesantes. No tenemos respuesta. ¿Por qué se conservaron los muros de esta casa? ¿Por qué ésta y no otras que estaban a su lado?

Por desgracia, desde un punto de vista, y por suerte, desde otro, posteriormente se edificaron otros muros sobre el muro primitivo, o al lado de éste, por ejemplo, durante el período de Mameluk. ¿Por qué quisieron construir ese muro? Poco a poco, quizá, tendremos respuestas.

Por el momento, nos contentamos con alegrarnos por este descubrimiento arqueológico que muestra verdaderamente la existencia, si realmente hacía falta, de Nazaret en tiempos de Jesús.

--¿Por qué? ¿Hay especialistas que dudan todavía de la existencia de Nazaret en tiempos de Jesús?

--Monseñor Marcuzzo: Algunos especialistas dicen que Nazaret quizá no existía en tiempos de Jesús y que sólo muy posteriormente la ciudad habría alcanzado una cierta grandeza, una cierta importancia. Ahora tenemos la prueba de que esto no es así. Tenemos restos de tiempos de Cristo, lo que quiere decir que Nazaret era un centro habitado, que Nazaret existía. Pero para nosotros es sobre todo una confirmación de santos lugares. La tradición continúa.

Es una pequeña prueba que completa lo que ya sabemos y que es conservado por los franciscanos desde hace siglos, así como por la tradición cristiana local.

--Monseñor Marcuzzo, ¿cuáles son sus sentimientos tras este descubrimiento?

--Monseñor Marcuzzo: Para mí, como para todos los cristianos y amigos de Tierra Santa, es la confirmación de que Nazaret existía. Pero esta afirmación implica algo más. En Nazaret se dieron acontecimientos de la historia de la salvación que conocemos bien: la Anunciación, la Encarnación, la vida de la Sagrada Familia, la vida de Jesús durante treinta años...

En segundo lugar, de esto se deriva una consideración eclesial: la comunidad cristiana siempre ha tratado de conservar sus lugares. ¿Por qué fue conservada esta casa? Porque para la primera comunidad cristiana, durante los tres primeros siglos, esta casa tenía un significado. Había, por tanto, una comunidad cristiana que quiso mantener, conservar, animar y transmitir el mensaje de un lugar santo. Y nosotros, Iglesia de Tierra Santa, hoy volvemos a encontrar este mensaje, le recogemos, le vivimos y le continuamos.

Por último, este descubrimiento es ciertamente un aliento para el nuevo Centro María de Nazaret que está construyendo y en el que ha puesto todo su corazón y esfuerzos la asociación francesa María de Nazaret. Se encuentra al lado de la Basílica de la Anunciación, al lado del convento de los franciscanos. Este descubrimiento es ciertamente un gran aliento para el centro, no sólo para que los peregrinos puedan visitar la arqueología, sino para mostrar que este lugar santo, este centro, está edificado en un lugar histórico, que le da un interés suplementario.

--¿Cómo ha sido recibida la noticia en Nazaret?

--Monseñor Marcuzzo: Exultamos de alegría por este descubrimiento, pues aunque sea pequeño es una confirmación de nuestra antigüedad, de nuestro arraigo en este lugar. Cuando la arqueología muestra la presencia bíblica y cristológica, mariana o eclesial, nuestra comunidad, claro está, se siente alentada. Esto es importante para nuestra comunidad a causa de los desafíos que tiene que afrontar en esta vida, día tras día, en Tierra Santa.

--¿Cómo viven la Navidad en Nazaret?

--Monseñor Marcuzzo: Creo que Navidad cada año es siempre la misma fiesta de Navidad y, al mismo tiempo, una fiesta nueva con un mensaje nuevo.

Este año seguimos en la atmósfera de la visita del Papa, con todo su significado oficial, claro está, pero sobre todo pastoral, espiritual, bíblico.

Vivimos también la fiesta de Navidad a la luz de una beatificación que tuvo lugar el 22 de noviembre: una religiosa palestina de Jerusalén (sor María Alfonsina), fallecida en Ain-Karim, la ciudad de la Visitación, que fundó una congregación de religiosas palestinas, jordanas, de Oriente Medio, conocidas con el nombre de Hermanas del Santo Rosario de Jerusalén. Esta beatificación ha sido para nosotros un gran momento de oxígeno, de luz, de aliento para la comunidad.

Y, además, vivimos en relación con la paz un momento de gran esperanza, de fe, pues la paz es nuestro gran problema en Tierra Santa. Deseamos que esta fiesta sea una ocasión para encontrar más paz, más caminos de paz, y que el próximo año podamos realmente hacer la fiesta de la paz.

Necesitamos que los hombres de buena voluntad, los responsables políticos encargados de las relaciones entre los pueblos se conviertan verdaderamente a la paz y que tengan "la valentía de la paz", como ha dicho nuestro patriarca en su mensaje de Navidad de este año. ¡Tenemos miedo de la paz! La paz ciertamente es siempre una aventura, un riesgo, pero hay que arriesgarnos, pues de ello sólo puede venir el bien.

Les deseo a todos ustedes y a toda la familia de ZENIT, a todos los lectores y amigos de ZENIT, mis mejores deseos desde Nazaret. Desde la ventana de mi ventana veo la Basílica de la Anunciación iluminada con motivo de la Navidad y les envío una bendición especial, en María y en Jesús, a todos ustedes y todos a los creyentes de buena voluntad.

Por foro aragón liberal - 1 de Enero, 2010, 9:41, Categoría: General
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En los balcones

 En estos días, pasados los de Navidad propiamente, hablando con un amigo que sé ha recorrido algunos pueblos de la geografía española, le he preguntado que sentido de la Navidad ha visto entre la gente sencilla de los pueblos. "En todos, me respondió, he visto al Niño Jesús en balcones y aún queda una profunda religiosidad". Pienso que  el continuado empeño del Gobierno y de los partidos políticos que apoyan estas posturas en el Parlamento, de barrer de los espacios públicos los símbolos cristianos, como el crucifijo o los belenes, han provocado que numerosos católicos se sumen a la iniciativa de lucir en los balcones la imagen del Niño Jesús. Es el resultado de una campaña sectaria, contra los sentimientos religiosos de una gran mayoría de españoles. Considero que es una reacción más de unos ciudadanos que se sienten hostigados por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que desde que llegó a La Moncloa, ha conseguido sacar a muchos españoles a la calle a defender el patrimonio cristiano, en definitiva a defender su libertad. 

Pedro Piqueras

Por foro aragón liberal - 1 de Enero, 2010, 9:38, Categoría: Recursos navideños
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Meditación ante la Navidad

En Aragón Liberal

En ocasiones, se confunde la libertad con la espontaneidad. Viene bien una reflexión irónica de J. A. Marina: “Todos los burros que conozco son, desde luego, muy espontáneos, pero tengo mis dudas acerca de su libertad”.  

“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Juan 1, 14). En esta frase se contiene la profundidad de un hecho misterioso: la Encarnación. Dios asume la condición de criatura. Lo que sucedió en Belén hace algo más de dos mil años tiene un valor universal. “No hay bajo el cielo otro nombre (Jesús) por el que podamos ser salvados.” (Act. 4, 12). Y esto es así para aquellos seres humanos que lo reconocen, para los que no le conocen y para los que lo rechazan. Este acontecimiento único sucedió en la mayor humildad. Ninguno de nosotros hubiera elegido esta forma de nacer, no lo comprendemos ni lo comprenderemos jamás si no nos acercamos interiormente, con esfuerzo, a lo que Él dijo en su vida pública: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso…” (Mateo, 11, 29). Nosotros solemos ser soberbios de corazón y así, es imposible encontrarle aunque formulemos oraciones con nuestros labios. Tratar a Dios es algo grandioso, es dejarse tocar por la ternura de un Padre único pero hay que querer de verdad. Y cuando quiere, el corazón humano se agranda, tiene un coeficiente de dilatación considerable. Cuando el ser humano se abre a Dios Encarnado, sucede lo siguiente, como una consecuencia: se descubre el espíritu de servicio hacia los demás, se redescubre la fraternidad.

Buscamos lo llamativo, lo novedoso, el espectáculo. Dios quiere lo sencillo, lo ordinario de cada día engrandecido por el amor. Jesús espera que nos despojemos de las varias caretas que podamos llevar puestas, nos invita a vivir la sencillez, a fiarnos de su palabra y a volver a Él aunque estemos en un punto que nos parece muy lejano. Todo es posible para el que cree o quiere creer. ¿Y para qué creer en horóscopos, en cartas, en bolas de cristal, en supersticiones? Resulta paradójica y ridícula la situación que refleja el punto 587 de “Camino”: “Risa y vergüenza nos dio aquel poderoso que perdía su tranquilidad al oír una determinada palabra, de suyo indiferente e inofensiva – que era, para él, de mal agüero – o al ver girar la silla sobre una pata.” Más nos vale a todos creer en Dios y preparar ese más allá que tenemos a la vuelta de la esquina, pero no especulando sino viviendo con la dignidad de hijos de Dios y tratando a los demás fraternalmente.

Una vez, una persona me dijo: “¿Te has parado a considerar la grandeza de la dignidad humana que ha llevado a todo un Dios a encarnarse para redimir a todo el género humano?” Era una conversación, en un despacho y hablando de asuntos profesionales, que tomó ese rumbo. Se quedó grabada en mi mente. Si, cada ser humano es único e irrepetible, no cabe más que el respeto a cada vida humana desde su inicio hasta el final.  Otra consideración que me sugiere la Navidad es la de que cada persona es libre desde lo más profundo de su ser, tiene capacidad para alcanzar la máxima grandeza o la mayor degradación. Y, por supuesto, ningún cautiverio, prisión o castigo pueden suprimir su libertad interior, es un hecho comprobado. Esta libertad que pregona la dignidad de la persona es la base de los derechos humanos. Alguien dijo que “Dios corre el riesgo de nuestra libertad” y es así, no quiere esclavos sino hijos que vayan a Él libremente.

En ocasiones, se confunde la libertad con la espontaneidad. Viene bien una reflexión irónica de J. A. Marina: “Todos los burros que conozco son, desde luego, muy espontáneos, pero tengo mis dudas acerca de su libertad”. Y otra cosa, la libertad no es ausencia de vínculos. Saint Exupery dijo que la valía de una persona puede medirse por el número y la calidad de sus vínculos. Por lo tanto, quien pretende almacenar intacta su capacidad de optar no es libre, es un prisionero de su indecisión o de su comodidad.

Podemos, si queremos, limpiar nuestros ojos y mirar al Niño que está en el pesebre, estamos ante la infinitud del amor de Dios hacia cada uno de nosotros. Es cierto que nuestra mente no capta la infinitud del poder de Dios y, menos, la infinitud de su amor. Pero podemos aproximarnos.  Benedicto XVl ha dicho, hace unos días: “El verdadero conocimiento de Dios consiste en la experiencia personal, profunda, de Jesucristo y de su amor.” Y esto sólo es posible si dedicamos un tiempo de cada día a la oración, al encuentro con Él. Nos asombraríamos, si somos constantes, al experimentar que tenemos más tiempo para dedicarlo a los demás. De esta manera no estaremos centrados en nuestros problemas personales y no formaremos parte de esa “muchedumbre solitaria”: mucha gente concentrada en distintos lugares con una gran soledad interior.

Carlota Sedeño Martínez

Por foro aragón liberal - 1 de Enero, 2010, 9:36, Categoría: Recursos navideños
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La sabiduría del pesebre: lecciones de una gruta para tiempos difíciles

 En Aragón Liberal

Alejandro Ortega Trillo | aortega@legionaries.org

2009 ha sido el año de las crisis. Según el diccionario, la crisis es una “alteración profunda en el desarrollo de procesos físicos, espirituales o sociales”. No ha sido un año fácil. Y tal vez esperamos un 2010 si no bueno, sí menos malo. Pero esta esperanza para ser fundada necesita de un aprendizaje. El inicio de la locura, decía Einstein, consiste en hacer lo mismo y esperar un resultado diferente. Tal vez un personaje navideño, de segundo plano pero importantísimo, pueda darnos la clave para este aprendizaje.

Jesús nació en medio de una crisis. “No había sitio para ellos en el alojamiento”, dice el Evangelio. La crisis la salvó una gruta; y en la gruta, un pesebre; un ahumado y arrugado pesebre. Pero un viejo experto en situaciones difíciles. Valdrá la pena conocer sus “mejores prácticas”.

Lo primero que una crisis pone a prueba es la paciencia. Porque es lo primero que queremos: que se acabe pronto. Pero un corazón paciente rara vez se equivoca. El pesebre no llegó a aquella gruta sino después de muchas vicisitudes y una larga espera. Porque, al menos a la usanza en muchos ranchos, no se llega a ser pesebre sin haber sido primero tambo de basura; sin ser golpeado y maltratado, sin ser aserrado y partido a la mitad. Y ya pesebre, le tocó en gracia estar en una gruta a la que el mismo Dios llegó para nacer. “La paciencia es el arte de esperar”.

Las crisis prueban nuestras resistencias. Demandan fortaleza. Por ello son beneficiosas. “Tener que resistir es más saludable que no tener que resistir nada ─enseñaba Víctor Frankl. De hecho, el hastío causa hoy más problemas que la tensión y, desde luego, lleva más casos a la consulta del psiquiatra”. El pesebre conservó esa tensión, pero con enfoque. Se concentró en soportar los 3.5 kg de aquel rollo de carne que era el Niño Dios. Los tiempos duros no consienten fugas de energía.

Las crisis prueban la prudencia. No es fácil saber qué hacer, qué decir, cómo comportarse. El pesebre sabía que en circunstancias difíciles hay que callar y observar; y luego hacer lo que se pueda. Él no pretendía resolver todos los problemas de José y María. De hecho, sólo podría resolver un problema. Para ello, hizo lo único que podía hacer: convertirse en una improvisada cuna. Nadie necesitaba ni esperaba más de él.

Las crisis prueban la generosidad. Es fácil sentir necesidad, hacerse la víctima y encerrarse. Pero una crisis no es motivo para olvidar a los demás. El pesebre, para acoger al Niño, tuvo primero que vaciarse. Un pesebre lleno de cualquier cosa que no fuera paja no hubiera servido en aquella circunstancia. Aunque la escasez apriete, el pesebre nos sugiere apertura generosa para dar cabida a los demás.


Las crisis prueban la humildad. No rara vez son marginadoras y humillantes. “La prosperidad hace amigos, la adversidad los prueba”, dice un anónimo. Cuando María y José llegaron a la gruta encontraron un pesebre abollado, cascado y abandonado. Habrá sido un alto honor recibir aquella tierna carga y convertirse inesperadamente en el primer sagrario de la historia. No por eso se ensoberbeció. Recordó que “la verdadera humildad no consiste tanto en pensar que somos menos, cuanto en pensar menos en lo que somos”.

Las crisis prueban nuestra fe. Son sinónimo de inestabilidad, inseguridad e incertidumbre. Pero la fe es compatible con las situaciones más adversas. “Creer es ser capaz de soportar dudas”, decía Newman. Ahora bien, la fe no se improvisa. El pesebre primero soportó aquel peso sin nombre y sólo después, con la llegada de los reyes y pastores, empezó a entender quién era el que estaba encima. Muchas crisis al inicio tampoco tienen nombre. Pero con el tiempo corroboran nuestra fe. Lo intuyó Lacordaire: “La adversidad descubre al alma luces que la prosperidad no llega a percibir”.

Las crisis prueban la austeridad. Nos obligan “a bajarle” y a agudizar el sentido de lo esencial. Un pesebre es un modelo de austeridad: un poco de lámina, tal vez algún tornillo y poco más. Para el pesebre, el Niño a cuestas en aquella gruta desnuda fue su único tesoro; y servirle, su mayor riqueza.

No sabemos cuánto más dure la crisis. Pero sí sabemos que está siendo un magnífico aprendizaje. De la mano del pesebre, saldremos de este difícil 2009 mejor preparados para un incierto 2010. Porque, decía Renan, “los golpes de la adversidad pueden ser amargos, pero nunca estériles”.

Por foro aragón liberal - 1 de Enero, 2010, 9:32, Categoría: General
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