LA FAMILIA HOWARD
Era una familia normal, como casi todas, menos en una cosa: era una familia de ratones.
La Sra.Howard era una ratona rellenita lustrosa y voluntariosa que se ocupaba de su casa con todo el celo del que era posible. El Sr. Howard mas bien delgado y con un cierto aire melancólico en sus bigotes, se pasaba el día pensando como alimentar a su familia arriesgándose a los terribles peligros de la cocina de la Sra. Tillinger. Eso había hecho al Sr. Howard un poco introvertido y al mismo tiempo con una cierta tendencia al sobresalto.
El matrimonio tenía dos hijos, Sonny y Ponsy. Sonny tenía 18 años y era atractiva, con un pelo en el lomo suave y pardo y unos bigotes sedosos que caían hacia los lados, lo que le daba un aire pizpireto y provocador. Sus ojos eran redondos como corresponde a una ratona que se precie y su cola flexible y delgada tenía un movimiento al andar muy gracioso y al mismo tiempo coqueto. Sería una ratona feliz si no tuviera unos problemillas de los cuales hablaremos mas tarde. Ponsy a sus 10 años se podía decir que era un ratón fuerte. Ancho y de patas cortas y musculosas, le gustaban los deportes y todos los días nadaba en los desagües de la ciudad, sitio que los ratones se habían preocupado en habilitar para obtener piscinas bastante agradables.
Centrémonos en una época del año para todos entrañable y al mismo tiempo laboriosa: la Navidad.
Los ratones también festejan esta fecha tan señalada para los humanos y dentro de sus posibilidades también preparan una cena en honor de la venida al mundo del Niño Jesús.
Los ratoncillos también tienen vacaciones y pululan por la ciudad alegremente mirando escaparates o jugando en las cloacas, donde poseen algunos parques de atracciones en los que poder pasar el día divertidos y sin problemas.
Pero volvamos a la familia Howard
La Sra. Howard como todas las madres del mundo en esa época estaba muy atareada. Quería dejar su casa bien limpia y adornada, pero en el fondo no se podía concentrar en su trabajo, ya que estaba preocupada.
La Sra.Howard era lo que podríamos llamar una ratona realista, siempre había estado orgullosa de ser ratona, por eso no comprendía muy bien a su hija Sonny.
Sonny tenía una grave preocupación: todas las horas libres que le permitían sus estudios los dedicaba a observar a las humanas. Se deslizaba en las tiendas, en las casas, en los bares y miraba. Admiraba los trajes de coloridos chillones que llevaban, las melenas sueltas y otras veces recogidas en graciosas formas, los zapatos curiosos pues sobresalían del suelo algunos centímetros y sobre todo admiraba las suaves sombras que centelleaban en los párpados o el rojo agresivo que se asomaba en sus labios. ! Y la forma de hablar! No eran un sonido chirriante y monótono, no. Tenían todos los matices inimaginables, desde estridentes y desagradables hasta suaves y maravillosos que quedaban grabados en su memoria queriendo imitarlos sin poder jamás.
! Como desearía ser humana!
2.
Pero vamos a dejar a Sonny por un momento e intentemos ser justos con la raza ratonil. ¿Creéis que son unos salvajes? Nada más lejos de ello.
El Sr. y la Sra. Howard mandaban a sus hijos al colegio del Sr. Trink, donde la educación era esmerada y donde luego al final podían elegir entre varias carreras. El tener una carrera entre los ratones era importante, necesitaban con urgencia médicos, abogados, arquitectos....ya que la antigua generación muy poco se había preocupado de estudiar. Bien es verdad que los ratones entonces vivían muy dispersos y carecían de una buena organización. Todos los ratones que terminaban su carrera tenían a su disposición un ratón-auxiliar que les buscaba la comida mientras ellos ejercían su cargo. Se puede comprender que la Sra. Howard se empeñara en que sus hijos estudiaran y no pasaran las angustias del Sr. Howard en la cocina de la Sra. Tillinger.
Volvamos a los problemas de la Sra. Howard. Estaba Ponsy, ya os he hablado de él. Es un ratoncito simpático pero más afín a la música rock que a los estudios. Tiene un pequeño grupo en el cual es el batería y pone tanto entusiasmo que a veces en vez de usar sus patitas usa su cola, lo cual tiene como consecuencia que la Sra. Howard se la cure después con linimento y la tenga vendada varios días.
Vosotros diréis que tocar la batería no tiene nada de malo. Bien, es verdad. Pero para eso os tendría que explicar algo. Los ratones están tan hartos de oír radios, televisiones, grabadoras, ordenadores etc.etc. de los humanos, que cuando se reúnen para pasar un rato agradable suelen leer en voz alta libros de insignes ratones como pueden ser Talsac o Lousseau, o bien tararean viejas canciones ratoníles que les recuerdan las grandes aventuras en barco o las gestas de la guerra en los viejos castillos, cuando las bombas y los terroristas no existían.
Bueno, ahora comprenderéis porque la Sra. Howard no veía ningún futuro a su hijo.
Rascándose la cabeza con la cola (gesto característico de ella) la Sra. Howard sacudió los pensamientos de su cabeza y se dedicó a observar su casa. Muy bonita, pensó. En las paredes colgaban pedacitos de telas de colores ya que los cuadros eran difíciles de conseguir y caros. Solo tenía uno pintado por un primo hermano suyo que representaba un queso de Chelsee con toda la gama de su colorido; el único problema era cuando el Sr. Howard volvía sin comida, entonces la Sra. Howard daba solemnemente la vuelta al cuadro mientras todos suspiraban.
El resto del mobiliario era cómodo y práctico, no faltándola ni una mecedora al lado de la chimenea donde ella solía sentarse una vez finalizadas sus tareas.
Se dedicó a colgar del techo varias nueces pintadas de purpurina y otras tantas avellanas pintadas de rojo. Sí, el efecto era precioso. La Sra. Howard arrastrando un poco sus patitas traseras y estornudando, se sentó en su sillón y lanzó un tremendo suspiro que subió y bajó y llenó la habitación. No le faltaban razones para suspirar a la Sra. Howard si pensaba en su marido. La cocina de la Sra. Tillinger estaba en plena actividad y le iba a ser muy difícil buscar la cena de Navidad. ! Cielos! Si eso pasase tendría que acudir a un ratón-usurero (ya que también esa raza temible existe entre los ratones) y luego volver a salir a cazar para ese terrible roedor en vez de para su familia.
No te preocupes, querido, dijo la Sra. Howard, todo será mas fácil de lo que piensas, tendremos unas Navidades perfectas. Y con su optimismo habitual quitó con su cola una telaraña incipiente que se estaba formando en un rincón.
3.
Dejemos a los padres por un momento y volvamos a Sonny. No os he dicho que Sonny tiene un admirador, Chuck, y que ese admirador además es médico, lo que le convierte a los ojos de la Sra. Howard en el ratón más agradable y simpático que pudiera existir. Desgraciadamente Sonny lo hubiera encontrado más atractivo con pantalones, zapatos y sombrero como los humanos. No, no era que no le gustara, pero prefería mil veces que un humano la cogiera la patita y la dijera con una voz grave y profunda "Sonny ¿te quieres casar conmigo?" Lo cual hacía que cuando veía a Chuck se encontrara desgraciada y triste.
Cuando pensaba estas cosas Sonny se metía en su habitación y lloraba encontrándose fea y sin la menor gracia.
El día antes de Navidad la juventud ratonil se reunía en los sótanos del Hilton y celebraban una pequeña fiesta con un baile, único en el año, pues ya os he dicho que no eran muy aficionados a la música debido al gran ruido que producen los humanos.
Sonny era la pareja de Chuck y la idea no la entusiasmaba. Pasó todo el día metida en su cuarto sin dejar a su madre entrar hasta la hora que vino Chuck a buscarla.
Dejó que Chuck hablara un rato con su madre y luego miróse al espejo y respirando fuerte entró en el pequeño salón.
Las Sra. Howard y Chuck la miraron sin saber que decir, pero una gran pena se veía en sus ojos. Sonny, con grandes sombras rosas alrededor de sus ojos, colorete y su hocico rojo intenso los miraba desafiantes. Llevaba un traje blanco largo que dificultaba su andar y la transformaba en algo torpe e inseguro. Sus garritas se encontraban aprisionadas en unos zapatos de tacón que la oprimían y la hacían daño y remataba su cabeza con una peluca rubia que la daba calor y la agobiaba. Pero estaba feliz, era su momento de triunfo y sonreía con una sonrisa rara debido al lápiz de labios.
La Sra. Howard se rascó su cabeza con la cola y Chuck carraspeó.
"Estas muy bien, Sony, quizás un poco incómodo para bailar". Sonny rió y contestó: "Todas las humanas bailan no sé porque yo no voy a hacerlo".
Y dicho esto se puso un chal verde sobre sus hombros que casi la hizo perder el equilibrio y agarrándose del brazo de Chuck salió de la casa con una salida digna de la reina de Taba, famosa reina ratona de la antigüedad.
4.
Dejemos a la pareja dirigiéndose al baile y volvamos con el Sr. Howard.
Le encontramos con las patitas metidas en un barreño con agua y aceite de oliva preparándose para su incursión en la cocina de la Sra. Tillinger.
Una vez en forma besó a su mujer y asomó el hocico a la blancura de la cocina que le cegó. !"Que manía con limpiar tanto! todas las huellas se notan". Respiró profundo y oyendo a la Sra. Tillinger en el office saltó a una silla y de allí a una mesa donde reposaba un pavo, verduras, quesos y postres. Por un momento los distintos perfumes de las viandas le embriagaron "Me estoy haciendo viejo" pensó. Pero poniendo de un lado tales pensamientos procedió a llenar su mochila. Una vez llena, saltó a la silla y de allí al suelo y entonces notó que la cocina se oscurecía y sintió un dolor muy grande en su cola. La Sra. Tillinger escoba en mano se cernía sobre él amenazante. El Sr. Howard respiró hondo y corrió y corrió como nunca lo había hecho, esquivó dos escobazos pero el tercero le dio en una costilla y sintió un crujido muy fuerte, un poco mas y llegaba a casa, se le nubló la vista, la mochila se le hacía insoportable, pero se acordó de Navidad y de la Sra. Howard y de Sonny y Ponsy y haciendo un último esfuerzo saltó hacia el agujero que hacía la puerta de su casa. Allí quedó echado sin fuerzas para levantarse pero feliz de haber vencido otra vez al monstruo de la cocina.
5.
¿Donde hemos dejado a nuestra pareja? !Ah, sí! Camino del baile. Sonny iba callada y menos feliz de lo que pensaba, tropezaba todo el tiempo y el rimel la hacía llorar, lo que era muy molesto y le provocaría churretones por toda la cara, pero procuraba mostrarse firme y animada. Chuck hablaba de todo y nada procurando no mirarla mucho y comportarse lo más natural posible. "Que pena que sea tan obstinada", pensó, "¡Es una ratona preciosa!".
Con estos pensamientos llegaron a la sala de reuniones profusamente iluminada con farolillos de colores. La música de los humanos casi no se oía y los ratoncillos podían disfrutar de su propia música, que eran casi todas las canciones folclóricas que les recordaban el campo, el sol y el viento filtrándose en los graneros.
La llegada de Sonny y Chuck fue sonada. La música cesó y todos los ratoncillos fijaron sus ojos en la extraña figura que se mantenía al lado de la puerta.
Chuck se apresuró a saludar "Hola, Cinty" "¿que tal, Bob? Poco a poco llevó a Sonny a la mesa de los refrescos, mientras los demás reanudaban el baile.
Es gracioso ver bailar a los ratones. Forman dos filas una enfrente de otra, se saludan y dan un saltito hacia atrás. Sus lomos se curvan graciosamente y sus colitas llevan el ritmo dando golpecitos en el suelo.
Sonny se sentía tremendamente incómoda. De repente rodeada de sus amigos tan ágiles se sentía torpe e insegura. Veía que la miraban y podía percibir una ligera sonrisa en sus hocicos.
Bebió su limonada de un trago y sonriendo a Chuck le dijo que quería bailar. "Bien, dijo Chuck, vamos allá". Y agarrando una garrita de Sonny la condujo a la pista.
Sonny se agarró a su faldita e intentó saltar hacia delante pero se le enredó una pata y cayó de bruces en la pista dándose un golpe en la cara. Intentó levantarse y al hacerlo se le ladeó la peluca y se le desgarró el traje. ! Pobre Sonny! No sabía que hacer, oía las risas de sus amigos y no se atrevía a levantar la vista del suelo. Haciendo un último esfuerzo se apoyo en Chuck y fue el quien la condujo al cuarto de baño dejándola en la puerta. Una vez dentro se miró al espejo y lo que vio la asustó. ¿Era aquella horrible ratona ella? Llena de churretes, el hocico desfigurado, aquellos horribles pelos rubios tapándola su ojo izquierdo y su cuerpo deformado por unos trapos que la asfixiaban. Empezó a llorar con un llanto suave como si de pronto se descargara de un peso tremendo. Comprendió que ella era una ratona y que estaba feliz de serlo, y que es inútil querer ser otra cosa. Lo más que se puede llegar a hacer es a disfrazarse y a disimular tu propia naturaleza. Se limpió la cara, se arrancó el traje, se pasó agua por sus sedosos bigotes y salió a reunirse con Chuck que la esperaba preocupado.
"¿Quieres bailar conmigo, Chuck?" Chuck sonrió y juntos bailaron y bailaron sintiendo Sonny como su cuerpo se movía sin trabas y como la magia de la música y de los sonidos de los ratones penetraban en ella y la hacían feliz.
6.
Volvieron a casa cogidos de la mano y silenciosos. No hacía falta decir nada. La Sra. Howard los esperaba preocupada, pero al abrir la puerta y ver a Sonny sonrió y la pasó la mano por el lomo. Luego dirigiéndose a Chuck le dijo: "Chuck, pasa a ver al Sr. Howard, le duele un poco la espalda". Chuck pasó al cuarto acompañado de Ponsy que estaba en casa.
"Hola, Sr. Howard, ¿qué es lo que tiene?" El Sr. Howard carraspeó y murmuró "Un escobazo de la Sra. Tillinger, eso es lo que tengo. Me hago viejo y esa criatura gorda se aprovecha" Chuck exploró con manos entendidas la espalda del Sr. Howard, mientras Ponsy le miraba con curiosidad "Bien, ha tenido suerte, solo es un golpe, por esta vez le daré un masaje. El Sr. Howard notaba que el dolor iba cediendo y Ponsy miraba esas manos hábiles que podían dar consuelo. El también era hábil con sus manos en la batería, quizás..
Bien, por ahora la familia Howard está en orden y preparada para festejar la Navidad. Una Navidad que les llenará de alegría y les unirá y les hará sentirse más cerca los unos de los otros. Lejos quedan los miedos de Sonny y las angustias del Sr. Howard. Ahora si puede decir la Sra. Howard tranquila: "Son unas Navidades perfectas"
FIN