CIUDAD
DEL VATICANO, 21 DIC 2007 (VIS).-Esta mañana, en la Sala Clementina, tuvo
lugar el tradicional encuentro del Santo Padre con los cardenales,
arzobispos y obispos y miembros de la Curia Romana para el intercambio de
felicitaciones navideñas.
El Papa afirmó al inicio de su
discurso que la curia era "una comunidad de trabajo, consolidada por
vínculos de amor fraternal que las fiestas navideñas
refuerzan".
Después, el Santo Padre recordó
como primer evento significativo del año que está a punto de acabar su
viaje a Brasil para encontrarse con los miembros de la V Conferencia
general del episcopado de América Latina y el Caribe y "con la Iglesia en
el vasto continente latinoamericano".
Hablando de su encuentro con los
jóvenes en el estadio de Sao Paulo, Benedicto XVI dijo: "Hay
manifestaciones de masa que tienen solo el efecto de una afirmación de sí
mismos, donde arrollados por la embriaguez del ritmo y los sonidos, se
llega sólo a la autocomplacencia. Allí, en cambio, (...) la profunda
comunión que se instauró espontáneamente entre nosotros, en estar unos con
otros, nos llevó a ser unos para los otros. No fue una fuga de la vida
cotidiana, sino algo que nos dio fuerzas para aceptar la vida de forma
nueva".
A continuación el Papa recordó la
canonización de Frei Galvao, y subrayó que "cada santo que entra en la
historia constituye ya una pequeña porción del retorno de Cristo, un nuevo
ingreso de Cristo en el tiempo que nos muestra su imagen de forma nueva y
nos da la seguridad de su presencia. Jesucristo no pertenece al pasado y
no está confinado en un futuro lejano. (...) Junto a sus santos está
siempre en camino hacia nosotros, hacia nuestro
hoy".
En la Fazenda da Esperança, donde
"las personas caídas en la esclavitud de la droga encuentran la libertad y
la esperanza", el Santo Padre sintió "la fuerza sanadora de la creación de
Dios". "Tenemos que defender la creación -dijo- no solamente pensando en
su utilidad para nosotros, sino por sí misma, como mensaje del Creador,
como don de belleza, que es promesa y esperanza", porque "el ser humano
tiene necesidad de la trascendencia".
Refiriéndose a su encuentro con
los obispos brasileños en la catedral de Sao Paulo, Benedicto XVI aseguró
que "la experiencia de la colegialidad efectiva y afectiva, de la comunión
fraternal en el ministerio común" hizo que sintieran "la alegría de la
catolicidad. Más allá de todos los confines geográficos y culturales,
somos hermanos, junto con Cristo resucitado que nos llamó a su
servicio".
En Aparecida, el Papa presidió la
V Conferencia general del episcopado de América Latina y el Caribe,
centrada en el tema "Discípulos y misioneros de Cristo; para que en Él
tengan la vida". Benedicto XVI se hizo eco de las posibles objeciones que
podría haber ocasionado el argumento. "¿No era quizá un paso decisivo
hacia la interioridad en un momento en el que los grandes retos de la
historia, las cuestiones urgentes acerca de la justicia, la paz y la
libertad requieren el compromiso pleno de todos los seres humanos de buena
voluntad y, en particular de la cristiandad y de la
Iglesia?".
Para responder a esa objeción,
prosiguió el Santo Padre, "es necesario comprender bien el tema en su
verdadero significado. (...) La palabra clave es encontrar la vida (...) y
con eso, el tema supone que este objetivo (...) se alcanza en el
discipulado de Jesucristo, como también en el compromiso por su palabra y
su presencia".
El Papa señaló que ser discípulos
de Cristo significa "en primer lugar, llegar a conocerlo", mediante la
escucha de su Palabra, pero el encuentro con El "exige la respuesta en la
oración y en poner en práctica lo que nos dice".
"El discípulo de Jesucristo
-continuó- también debe ser "misionero", mensajero del Evangelio". En este
punto -dijo-, también se puede objetar si es lícito todavía hoy
"evangelizar". Todas las religiones y concepciones del mundo -preguntó-
¿no deberían más bien convivir pacíficamente y tratar de hacer juntas,
cada una a su modo, lo mejor para la humanidad? Es indiscutible que todos
debemos convivir y cooperar en la tolerancia y en el respeto
recíprocos".
Benedicto XVI recordó en este
contexto la carta que le enviaron los 138 líderes religiosos musulmanes
"para testimoniar su compromiso común en la promoción de la paz en el
mundo". En la respuesta, afirmó, "manifesté mi convencida adhesión a estos
nobles objetivos, subrayando al mismo tiempo la urgencia de un compromiso
común para la tutela de los valores del respeto recíproco, del diálogo y
de la colaboración. El reconocimiento compartido de la existencia de un
único Dios (...) es el requisito para una acción común en defensa del
efectivo respeto de la dignidad de todas las personas para construir una
sociedad más justa y solidaria".
"Quien ha reconocido una gran
verdad, quien ha hallado una gran alegría debe transmitirla -subrayó-; no
puede guardársela. (...) Para llegar a su cumplimiento, la historia tiene
necesidad del anuncio de la Buena Nueva a todos los pueblos, a todos los
seres humanos. De hecho es muy importante -constató- que confluyan en la
humanidad fuerzas de reconciliación, de paz, de amor y de justicia, (...)
que frente a los sentimientos y a las realidades de la violencia y de la
injusticia que amenazan a la humanidad, se susciten y se consoliden
fuerzas antagonistas!".
El Santo Padre puso de relieve que
"esto es lo propio de la misión cristiana. Mediante el encuentro con
Jesucristo y sus santos" la humanidad obtiene "aquellas fuerzas del bien
sin las que todos nuestros programas de orden social no se cumplen, ya que
-frente a la presión superpotente de otros intereses contrarios a la paz y
a la justicia- se quedan únicamente en teorías
abstractas".
Respondiendo definitivamente a la
pregunta planteada antes, el Papa afirmó que en Aparecida fue muy indicado
"dar prioridad al discipulado de Jesucristo y a la evangelización" y esto
no supuso un "encerrarse" en modo equivocado en la interioridad".
Precisamente, explicó, "porque mediante el nuevo encuentro con Jesucristo
y su Evangelio -y sólo así- se suscitan las fuerzas que nos capacitan para
dar la respuesta justa a los desafíos del tiempo".
Benedicto XVI se refirió
posteriormente a la carta enviada el pasado mes de junio a los fieles de
la Iglesia católica en la República Popular China, en la que indicó
"algunas orientaciones para afrontar y para resolver, en espíritu de
comunión y de verdad, los delicados y complejos problemas de la vida de la
Iglesia en China. También señalé la disponibilidad de la Santa Sede para
un diálogo sereno y constructivo con las autoridades civiles para lograr
una solución a los diferentes problemas concernientes a la comunidad
católica. (...) Espero que, con la ayuda de Dios, produzca los frutos
esperados".
Al final del discurso, el Papa
mencionó brevemente su visita a Austria en septiembre y el encuentro con
los jóvenes en Loreto (Italia) a principios de ese mes, que fue "un gran
signo de alegría y de esperanza".
El Santo Padre afirmó que no había
que "engañarse, ya que los problemas que plantea el secularismo de nuestro
tiempo y la presión de las presunciones ideológicas a las que tiende la
conciencia secularista con su pretensión exclusiva de la racionalidad
definitiva, no son pequeños". Sin embargo, terminó, "tenemos la certeza de
que el Señor mantiene su promesa: "Sabed que yo estoy con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo".
VIS 071221 (1250)
|