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9 de Diciembre, 2007


Llega a Plaza de San Pedro tradicional abeto navideño

9.12.2007.



Por: Redactor

Como es habitual, el abeto navideño de la Plaza de San Pedro es un abeto de verdad. Esta vez viene de Val Badía y su altura es de más de 26 metros y peso de tres toneladas. COmienza su decoración.




ROMA, 06 Dic. 07 ( ACI).-El tradicional abeto que sirve como árbol de Navidad y que adorna la Plaza de San Pedro durante este tiempo ya ha llegado a su destino, esta vez proveniente de la localidad de Val Badia. Tiene unos 140 años, mide 26 metros de alto y pesa más de tres toneladas.

Según informa Radio Vaticano, estará decorado por 2 000 esferas luminosas y muchos adornos que confeccionan en la mencionada región artesanos voluntarios.

Además, el jueves 13 de diciembre llegará a Roma una delegación oficial de la provincia de Bolzano, a la que pertenece Val Badia, y el 14 llegará el Obispo de Bolzano-Bressanone, Mons. Wilhelm Emil Egger para la inauguración del árbol navideño.

En la inauguración del abeto estarán presentes el presidente de la junta provincial de Bolzano, los asesores comunales, sacerdotes y presidentes de los consejos parroquiales que le han regalado el árbol al Papa. Además habrá cantos, música tradicional, un coro y una banda.

Por foro aragón liberal - 9 de Diciembre, 2007, 11:05, Categoría: General
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Barbastro. Una puesta de sol y algo más.

Barbastro Liberal  9.12.2007.Una puesta de sol. Reflexión pensando en la Navidad


Por: María del Carmen Antoja

En el Somontano de Barbastro se disfruta de unas puestas de sol espectaculares, es un atractivo más de ésta singular tierra.


Los tour operators todavía no se han dado cuenta del potencial turístico del Somontano, es una comarca aragonesa todavía sin explotar, el suave paisaje de los montes bajos repletos de viñedos, almendros y olivos producen una sensación de paz y sosiego dificil de encontrar en otros parajes.


El silencio del campo invita a contemplar unas puestas de sol maravillosas, el cielo difuminado en un matíz de colores que van del rojo fuego al tenue rosado, del azul oscuro al turquesa, del amarillo luminoso al anaranjado.


Todo el colorido del cielo ilumina la tierra y las montañas que se divisan a lo lejos, algunas ya con nieve en sus cimas. Tanta belleza apenas contemplada por algún paseante que admira con deleite espiritual la obra del Creador.


Admirar el cielo es uno de los mayores privilegios de los que podemos disfrutar, levantar la vista al cielo y no tener la mirada siempre en la tierra, aquí abajo es dónde están las tristezas, los sufrimientos y los temores, arriba en el cielo, todo es armonía, paz y felicidad.


Ahora que se acerca la Navidad, aprovechemos éstas fiestas para poner nuestra mirada en la belleza celestial.


Carmen Antoja.  

Por foro aragón liberal - 9 de Diciembre, 2007, 11:01, Categoría: General
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Recetas navideñas con humor. El pavo al whisky

Aragón Liberal 9.12.2007. Recetas navideñas con humor. El pavo al whisky


Por: Ángel

Circula por la red.


Receta del pavo al whisky.


Blog de David Suárez.



INGREDIENTES:

PAVO DE TRES KILOS, 1 BOTELLA DE WHISKY, 150 GRS. DE PANCETA.ACEITE DE OLIVA. PIMIENTA Y SAL



PREPARACIÓN:

1º TOMARSE UN BUEN VASO DE WHISKY ANTES DE COMENZAR.

2º RELLENAR EL PAVO CON LA PANCETA, SALPIMENTARLO Y ECHARLE UN CHORRITO DE ACEITE DE OLIVA.

3º PRECALENTAR EL HORNO A 180º DURANTE DIEZ MINUTOS.

4º MIENTRAS SE CALIENTA EL HORNO, SERVIRSE OTRO PELOTAZO DE WHISKY.

5º METER EL PAVO EN EL HORNO.

6º MIENTRAS EL PAVO ESTÁ EN EL HORNO, TOMARSE OTRO PELOTAZO Y CANTARLE UNA MIJITA AL PAVO.

7º SUBLIR EL HORNO A 220º, DARLE CAÑA AL DERBOSTATO Y ESBERAR VEINTE BINUTOS.

8º SERVIRSE OTRO BELOTASSO.

9º AL CABO DE UN DRATO, HORNIR EL ABRO PARA GONDROLAR Y ECHAR UN CHODRETON DE GÜISQUI AL BABO Y OTRO A UNO BISMO.

10º DARLE LA GÜERTA AL BABO.

11º CANTARLE UN FANDANGO AL BABO MIENTRAS SE SICHARRA.



12º REDIRAR EL BABO DEL HONNO. SI SE TE DRESBALA, BRUSCARLO POR EL SUELO.

13º ODRO PELOTAZO PA INICIA DRA BUSQUREDA.

14º DARSE UN JARDASSO AL RESFALAR CON LA GRASSA DEL SUELO.

15º PLOBAR LA SARSA DEL SSUELO QUE YA ESTRADÁ FLESHQUITA.

16º TROMARSE OTRA COPITA E INBLITAR AL BABO QUESTA TUMBAO AL LAO.

17º INDENDAR LEVANDARSE Y DESIDIR QUE EN EL SUELO SE ESTA DE GOJONES.

18º ABARESE LA BARIENTA, ENGUENDRA EL BABO EN EL BASILLO, LO TIRA A LA BASSURA Y TE FORMA LA DE DIÓ.

19º TOMARSE ODRO GÚISQUI.

20º Y ADRORA A COMÉ….¿Y EL BABO?…¿DRONDE ESHTA EL BABO?…EL HIO PUTA SA BEBIO EL WISHHKY Y SE A IO

Por foro aragón liberal - 9 de Diciembre, 2007, 10:55, Categoría: General
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Palabras del Prelado del Opus Dei, Monseñor Javier Echevarría, sobre el Adviento.

Carta de Monseñor Javier Echevarría a los fieles del Opus Dei
Dios viene a salvarnos. Con esta esperanza, Mons. Javier Echevarría sugiere preparar nuestros corazones en el Adviento para que Jesús encuentre en ellos su morada.

01 de diciembre de 2007 www.opusdei.org


Fragmento de la carta que habla de la preparación de la Navidad en el Adviento:

"El tiempo de Adviento, que también acabamos de comenzar, ha de constituir un estímulo para recorrer —de la mano de la Virgen y con San José— las semanas que faltan para la Navidad. Todos los años, al cumplirse estas fechas, nos encontramos con invitaciones de la liturgia que resuenan urgentemente en el alma; con más insistencia, cuanto más nos acercamos al 25 de diciembre. Estas fechas se presentan muy adecuadas para meditar las palabras con las que, desde los albores de la historia, Dios ha tratado de infundir ánimos en los corazones.

        Ya en los primeros capítulos del Génesis, inmediatamente después de narrar el pecado original, la Sagrada Escritura nos llena de esperanza. Dirigiéndose al tentador que, bajo figura de serpiente, ha seducido a nuestros primeros padres, el Señor afirma: pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te herirá en la cabeza, mientras tú le herirás en el talón (Gn 3, 15). Es la promesa de la Redención que realizó Jesucristo, linaje de la mujer. Y también vemos ahí, como entre sombras, la figura de una Mujer maravillosa —Madre del Redentor—, sobre quien la serpiente infernal no tendrá ningún dominio. María, estrechamente asociada a su Hijo, alcanzará con Él la plena victoria sobre el enemigo de las almas. En atención a los méritos de Cristo, quedará preservada del pecado original —con el que todos nacemos— desde el primer instante de su concepción. Caminará siempre inmaculada, totalmente santa en cuerpo y en alma: la Toda Santa, como la llaman los cristianos de Oriente.

        A partir de ese primer vaticinio, las voces de los antiguos profetas vuelven a escucharse con todo su vigor durante la liturgia del tiempo de Adviento, formando una sinfonía espléndida. Pensemos que, sobre todo en la última semana —ante la inminencia del Nacimiento de Jesús—, la Iglesia no sabe contener su entusiasmo y prorrumpe en exclamaciones llenas de maravilla: Oh Sabiduría del Altísimo, ¡ven a enseñarnos el camino de la vida!, reza la liturgia el 17 de diciembre, en la primera de las grandes ferias que desembocan en la Navidad. Oh raíz de Jesé, ¡ven a librarnos y no tardes! Y más adelante, con insistencia: Oh llave de David, ¡ven a liberar a los que yacen oprimidos por las tinieblas del mal! ¡Ven a salvar al hombre, que modelaste del barro de la tierra! (cfr. Misal Romano, Aclamaciones antes del Evangelio, en las ferias del 17 al 24 de diciembre).

        Hijas e hijos míos, hagamos totalmente nuestras estas apremiantes llamadas que la Iglesia nos dirige. Dispongamos el corazón ya desde estos primeros días de Adviento; preparémoslo para que el Señor lo encuentre lo más limpio posible y para que pueda poner en nosotros, con complacencia, su morada. Conocemos de sobra que ninguno de nosotros es digno de recibirle; pero Él, lleno de misericordia, toma la iniciativa: sale a nuestro encuentro y nos otorga la gracia. Cada mañana viene a nosotros en la Eucaristía. La preparación cuidadosa de ese momento cotidiano será el mejor modo de disponernos para su venida espiritual en la Navidad. Ruego al Cielo que percibáis con toda su hondura aquel grito: ¡tratádmelo bien! (cfr. San Josemaría, Camino, n. 531), que vemos hecho realidad, con plenitud, en el comportamiento de María y de José.

        Detengámonos un momento a reflexionar, con palabras de Benedicto XVI, que la liturgia no usa el pasado —Dios ha venido— ni el futuro —Dios vendrá—, sino el presente: "Dios viene". Como podemos comprobar, se trata de un presente continuo, es decir, de una acción que se realiza siempre: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá también en el futuro. En todo momento "Dios viene".

        El verbo "venir" se presenta como un verbo "teológico", incluso "teologal", porque dice algo que atañe a la naturaleza misma de Dios. Por tanto, anunciar que "Dios viene" significa anunciar simplemente a Dios mismo, a través de uno de sus rasgos esenciales y característicos: es el Dios-que-viene.

        El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un llamamiento saludable que se repite con el paso de los días, de las semanas, de los meses: Despierta. Recuerda que Dios viene. No ayer, no mañana, sino hoy, ahora. El único verdadero Dios, "el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob" no es un Dios que está en el cielo, desinteresándose de nosotros y de nuestra historia, sino que es el Dios-que-viene.

        Es un Padre que nunca deja de pensar en nosotros y, respetando totalmente nuestra libertad, desea encontrarse con nosotros y visitarnos; quiere venir, vivir en medio de nosotros, permanecer en nosotros. Viene porque desea liberarnos del mal y de la muerte, de todo lo que impide nuestra verdadera felicidad. Dios viene a salvarnos (Benedicto XVI, Homilía en las Primeras Vísperas del Domingo I de Adviento, 2-XII-2006).

        El Adviento trae consigo una llamada a tener muy presente que Dominus prope (Liturgia de las Horas, segundas Vísperas del Domingo I de Adviento, Lectura Breve: Flp 4, 5), que el Señor está cerca. A mí me impresiona cada año este grito de la liturgia, que podemos interpretar en muchos sentidos, adaptando esas palabras a las necesidades espirituales de cada uno. Recordemos más esta realidad gozosa, con más hondura aún, cuando el seguimiento de Cristo nos parezca arduo, exigente, con el convencimiento de que esa resistencia nuestra se deshará si damos paso a que esa cercanía se convierta en intimidad.

        Dominus prope, entre otras cosas, porque se halla en el centro de nuestra alma en gracia; tan cerca, tan cerca, que no puede estarlo más. Quiere morar con nosotros, dentro de nosotros.

        Podemos pensar también en el Dominus prope, porque se acerca la conmemoración de ese momento sublime en que el Todopoderoso, el Omnipotente, no necesitando de nada, ha querido demostrar —al llegar la plenitud de los tiempos— que tiene sus complacencias puestas en las criaturas, en cada uno de nosotros: deliciæ meæ esse cum filiis hominum (Prv 8, 31), mi delicia es estar con los hijos de los hombres.

        El Dominus prope nos sirve también para reforzar la llamada al apostolado. Empeñémonos más, a diario, en transmitir a nuestro alrededor, sin respetos humanos, que Dios está muy cerca y llama a las puertas del alma: ¡ábreme, hermana mía, amada mía, mi paloma, mi preciosa! (Ct 5, 2), nos dice a todos, como a la Esposa del Cantar de los Cantares. Hay que franquearle inmediatamente la entrada en el corazón, no permitir que pase de largo: no sea que suceda como a la Esposa del Cantar, por su tardanza en responder: abrí a mi amado, pero mi amado ya no estaba, se había marchado (ibid., 6).

        Decidámonos nuevamente a prepararnos muy bien para la Navidad. Estamos en la primera semana del Adviento: ¿con qué frecuencia hemos repetido ya: veni, Domine Iesu (Ap 22, 20), ven, Señor Jesús? ¿En cuántas ocasiones hemos considerado esa frase de la Escritura, que en estos días descubrimos con un sentido más pleno: rorate cæli (Is 45, 8), que se abran los cielos y las nubes lluevan al Justo? ¡Que se abra la tierra!, podemos añadir. Los cielos se han abierto y se abren constantemente, porque el Señor nos sigue a toda hora; pero hemos de decidirnos a rasgar nuestros corazones, nuestra tierra, para que se empape de esta lluvia divina, la gracia, que quiere sanarnos, santificarnos y hacernos eficaces.

        El tiempo de Adviento significa tiempo de esperanza. Precisamente ayer, 30 de noviembre, el Santo Padre ha publicado su segunda encíclica, que lleva por título Spe salvi: hemos sido salvados en la esperanza. Su lectura y meditación a lo largo de estas semanas, nos ayudará a vivir con más hondura la Navidad".

Por foro aragón liberal - 9 de Diciembre, 2007, 10:11, Categoría: Adviento
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Adviento, tiempo para redescubrir la esperanza. Benedicto XVI

Adviento, tiempo para redescubrir la esperanza
Palabras que pronunció Benedicto XVI el domingo antes y después de rezar la oración mariana del «Ángelus»: presenta la encíclica «Spe salvi».

Ciudad del Vaticano, 2 diciembre de 2007.

Queridos hermanos y hermanas:

        Con este primer domingo de Adviento comienza un nuevo año litúrgico: el Pueblo de Dios se vuelve a poner en camino para vivir el misterio de Cristo en la historia. Cristo es el mismo de ayer, de hoy de siempre (Cf. Hebreos 13, 8); la historia sin embargo cambia y necesita ser constantemente evangelizada; necesita ser renovada en su interior y la &uacut! e;nica verdadera novedad es Cristo: Él es su pleno cumplimiento, el futuro luminoso del hombre y del mundo. Resucitado de entre los muertos, Jesús es el Señor a quien Dios someterá todos los enemigos, incluida la misma muerte (Cf. 1 Corintios 15, 25-28). El Adviento es, por tanto, el tiempo propicio para despertar en nuestros corazones la espera de «Aquel que es, que era y que va a venir» (Apocalipsis 1, 8). El Hijo de Dios ya vino a Belén hace veinte siglos, viene en cada momento al alma y a la comunidad que están dispuestos a recibirlo, vendrá de nuevo al final de los tiempos para «juzgar a vivos y muertos». Por este motivo, el creyente siempre está vigilando, animado por la íntima esperanza de encontrar al Señor, como dice el Salmo: «Espero en el Señor, mi alma espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor más que los centinelas la aurora» (Salmo 129 [130], 5-6).

        Este domingo es, por tanto, un día sumamente indicado para ofrecer a toda la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad mi segunda encíclica, que he querido dedicar precisamente al tema de la esperanza cristiana. Se titula «Spe salvi», pues comienza con la expresión de san Pablo: «Spe salvi facti sumus – en esperanza fuimos salvados» (Romanos 8,24). En éste, al igual que en otros pasajes del Nuevo Testamento, la palabra «esperanza» está íntimamente unida a la palabra «fe». Es un don que cambia la vida de quien lo recibe, como demuestra la experiencia de muchos santos y santas. ¿En qué consiste esta esperanza tan grande y tan «confiable» que nos permite decir que en ella está nuestra «salvación»? En definitiva, consiste en el conocimiento de Dios, en el descubrimiento d! e su corazón de Padre bueno y misericordioso. Jesús, con su muerte en la cruz y con su resurrección, nos ha revelado su rostro, el rostro de un Dios tan grande en el amor que nos ha dado una esperanza inquebrantable, que ni siquiera la muerte puede resquebrajar, pues la vida de quien confía en este Padre se abre a la perspectiva de la felicidad eterna.

        El desarrollo de la ciencia moderna ha confinado cada vez más la fe y la esperanza a la esfera privada e individual de manera que aparece de forma evidente y en ocasiones dramática, que el hombre y el mundo tienen necesidad de Dios --¡del verdadero Dios!--, pues de lo contrario quedarían privados de esperanza. La ciencia sin duda contribuye al bien de la humanidad, pero no es capaz de redimirla. El hombre es redimido por el amor, que hace que la vida personal y social se convierta en buena y hermosa. Por este motivo la gran esperanza, la que es plena y definitiva, está garantizada por Dios, que en Jesús nos ha visitado y nos ha donado la vida, y en Él volverá al final de los tiempos. Es en Cristo que esperamos, ¡es Él a quien esperamos!

        Con María, su Madre, la Iglesia sale al encuentro del Esposo: lo hace con las obras de caridad, pues la esperanza, como la fe, se demuestra con el amor.

        Buen Adviento a todos.

De Fluvium

Por foro aragón liberal - 9 de Diciembre, 2007, 10:08, Categoría: Adviento
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Segundo Domingo de Adviento. Rectitud de intención.

Día 9 II Domingo de Adviento


Fluvium

        Evangelio: Mt 3, 1-12 En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo:
         —Convertíos, porque está al llegar el Reino de los Cielos.
         Éste es aquel de quien habló el profeta Isaías diciendo:
         Voz del que clama en el desierto:
         «Preparad el camino del Señor,
         haced rectas sus sendas».
         Llevaba Juan una vestidura de pelo de camello con un ceñidor de cuero a la cintura, y su comida eran langostas y miel silvestre.
         Entonces acudía a él Jerusalén, toda Judea y toda la comarca del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Al ver que venían a su bautismo muchos fariseos y saduceos, les dijo:
         —Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que va a venir? Dad, por tanto, un fruto digno de penitencia, y no os justifiquéis interiormente pensando: «Tenemos por padre a Abrahán». Porque os aseguro que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abrahán. Ya está el hacha puesta junto a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego.
         »Yo os bautizo con agua para la conversión, pero el que viene después de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego. Él tiene en su mano el bieldo y limpiará su era, y recogerá su trigo en el granero; en cambio, quemará la paja con un fuego que no se apaga.

Rectitud de intención

 Vamos avanzando en el Adviento, y en este segundo domingo nos propone la Iglesia la enseñanza de Jesús a un grupo integrado en su mayor parte por fariseos y saduceos, que se tenían por cumplidores habituales de la ley, aunque según interpretaciones distintas. El Señor critica su conducta, que pareeía ya consolidada, y el reproche puede ser de actualidad y dirigido a un grupo como el que nosotros formamos. Nosotros también podríamos decir que ya somos cristianos, que ya rezamos, que cumplimos con lo prescrito... –tantas cosas más podríamos decir para justificarnos–, tratando de mostrar que, por nuestra condición, ya hacemos lo suficiente para ser considerados buenos.

         En este Adviento, tiempo de preparación personal porque viene Dios –en cierto sentido– más especialmente, procuramos examinar nuestra vida, no sea que necesite ser de algún modo corregida aunque tengamos habitualmente la impresión de ser buenos, de haber sido –de siempre– buenos cristianos. Esa impresión tenían los fariseos y los saduceos: que, por el hecho de ser los oficialmente cumplidores de la ley, pensaban que ya no debían preocuparse más. Su seguridad se apoyaba, como la de algunos hoy día, en pertenecer a una clase posiblemente heredada y, por tanto, sin mérito alguno de su parte o quizás con el exclusivo mérito de mantener unas prácticas religiosas bastante rutinarias.

         Os aseguro que Dios puede, aun de estas piedras, suscitar hijos de Abrahán, les reprocha el Bautista. Les viene a decir que la condición inicial en la vida espiritual no nos basta, la tenemos por providencia de Dios y punto de partida para lo que se espera de cada uno, para lo que pide Dios de nosotros. Con razón, pues, castigará el Señor a los que sin razón se tranquilizan al pensar, satisfechos, en una bondad –la suya– heredada o vivida casi sólo por la fuerza de la costumbre.

         No queramos nosotros sentirnos satisfechos ningún día, como si ya hubiéramos cumplido con Dios o como si, por la educación cristiana recibida y pacíficamente asimilada, poco más debiéramos hacer y exigirnos, aparte de lo que ya vamos haciendo hoy, con poco esfuerzo por nuestra parte. Espera el Señor de cada uno amor, decisiones personales auténticas en su servicio, manifestadas, por tanto, en obras. Y que donde no llegaron nuestras obras, llegue el arrepentimiento con dolor, porque no supimos querer al Señor como Él espera. Deberá ser ése el momento de un renovado propósito, fruto de la contrición.

         Suavemente movidos por la Gracia y con la luz clara de estas palabras del Señor, podemos decidirnos a rectificar lo que sea necesario, para que la venida de Dios a los hombres en la próxima Navidad nos encuentre bien dispuestos. Acogeremos así con más provecho, gozosos, el tesoro de su misericordia y amor. Será entonces el momento de responder serena y sencillamente a los que nos pregunten, que el origen de la verdadera alegría –de la felicidad– no puede ser otro que una efectiva unión con Dios; que la fatiga y hasta el dolor, precio humano de esa unión, se tienen por bien pagados; y que es nuestro mismo Señor quien, en su misericordia, nos da las fuerzas para poder y superar la flaqueza que nos detiene.

         No olvidemos, en todo caso, las palabras amenazantes de Juan, aunque sea preferible actuar por razones positivas: el hacha está ya puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Espera Nuestro Dios que le acojamos cargados de futos, habiendo hecho rendir, para Él, las buenas cualidades que nos ha otorgado. ¿Qué hago con mi tiempo, con mi imaginación, con mi esfuerzo? Puedo y debo ocuparlos en Dios, aun a costa de renunciar a ser personalmente el protagonista de la historia de mi vida. Necesito servir al desarrollo en mí del plan trazado por el Creador desde antes de la constitución del mundo, según la expresión de san Pablo.

         En este tiempo de Adviento, cuenta Dios con mi espera ilusionada, mientras me esmero en los detalles, quizá pequeños, con los que puedo mejorar para acogerle mejor. Cada esfuerzo en esa mejora será manifestación de amor, como el amor de María cuando disponía lo necesario antes del nacimiento de Jesús.

Por foro aragón liberal - 9 de Diciembre, 2007, 10:01, Categoría: Adviento
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